Fairbourne Hall by Julie Klassen

Fairbourne Hall by Julie Klassen

autor:Julie Klassen [Klassen, Julie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 17

«No haga nada en la casa de su señor que se sienta obligado a ocultar para mantener su puesto».

Samuel and Sarah Adams

The Complete Servant

Nathaniel y Helen volvían a estar sentados, charlando en la sala de estar de la familia, cuando Hudson entró.

—¿Quería verme, señor?

—Hola, Hudson. Justo le estaba comentado a mi hermana tu idea de organizar un baile para los sirvientes durante la cosecha.

Helen esbozó una sonrisa.

—Creo que es una idea magnífica. —Cruzó las manos sobre su regazo—. ¿Le molestaría mucho si le ayudo a planearlo?

El administrador apretó los labios sorprendido.

—No me molestaría en absoluto, señorita. En realidad, sería todo un placer.

La sonrisa de Helen se amplió.

—Bien. Es muy emocionante. Además, hace mucho que no organizamos nada especial para el personal. ¿Hacían algo parecido en Barbados?

Hudson frunció el ceño.

—¿Para los esclavos, señorita?

—Bueno… —balbuceó Helen—. No, supongo que no era lo más apropiado.

Nathaniel y Hudson intercambiaron una mirada.

—No, no teníamos «bailes» tal y como los entendemos en Inglaterra —explicó Hudson—, pero los esclavos celebraban el final de la cosecha, o la «fiesta de la cosecha» como se llamaba allí, con danzas y festines en las plantaciones.

—Oh. Entiendo. —A Helen se le iluminó el rosto—. Entonces, señor Hudson, este será el primer baile de sirvientes para ambos. Tengo varias ideas, pero cuénteme que estaba planeando usted.

El administrador se balanceó sobre sus talones.

—Bueno… debería haber comida, por supuesto. Una copiosa cena bufé.

—Deberíamos preguntar a monsieur Fournier si tiene alguna sugerencia. Aunque quizá lo mejor sería que contratásemos a un cocinero y a unos cuantos sirvientes para que nadie de nuestro personal tenga que trabajar ese día.

—Dudo que a monsieur Fournier le haga mucha gracia ceder su cocina. Pero lo del personal extra me parece una idea excelente.

Su hermana resplandeció. Nathaniel se sintió increíblemente bien al ver a Helen tan feliz.

—Y tiene que haber música, por supuesto —indicó Helen—. Y un baile.

Hudson hizo un gesto de asentimiento.

—El señor Arnold me ha dicho que conoce a un violinista estupendo que se sabe tocar todas las danzas populares.

—Magnífico.

Nathaniel empezó a sentirse como un mero espectador mientras ambos intercambiaban ideas.

—¿Y qué tal unos cuantos juegos? ¿O un concurso? —añadió Helen—. ¿Con uno o dos premios?

—O un pequeño detalle para todo el mundo.

—Bien pensado —le felicitó su hermana entusiasmada—. Va a ser muy divertido, señor Hudson. Estoy deseando empezar.

El hombre asintió lentamente con los ojos fijos en la radiante y sonriente cara de su hermana.

—Yo también.



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